Frase inmejorable por lo que contiene y lleva a meditar: ‘Los colapsos son siempre evitables, lo que no significa que sean fáciles de evitar’. Un artículo impecable. Gracias.
Del blog «Yo no soy un puzzle». Enlace al artículo original: https://yonosoyunpuzle.wordpress.com/2020/01/23/sobre-colapsos-relaciones-e-intensidades-en-general/
Me he propuesto escribir sobre este tipo de cuestiones para convertir mis propios momentos difíciles en una experiencia útil para alguien. O al menos en la posibilidad de que eso suceda.
Cuando se da una situación de colapso (incluyo aquí una definición de dos tipos de colapso-meltdown y shutdown– que me parece clara e ilustrativa), es terrible, es muy duro, pero diría que es casi peor (o al menos igual de terrible) lo que sobreviene después. Esa sensación de pérdida de control total, ese “lo he vuelto a hacer” o “me ha vuelto a ocurrir”, esa sensación de fracaso vital, en suma… son abismos muy, muy difíciles de bordear. Sobre todo si el colapso se da en público. La vergüenza y la sensación de sobreexposición pueden ser devastadoras.
Durante muchos años conseguí no colapsar en público cuando algo me desbordaba. Me lo guardaba, me disociaba (careta, personaje, explosión postergada) y lo volcaba después en soledad o en confianza. Y, en fin, tengo malas noticias si haces eso: la cantidad de energía necesaria para reprimir (sí, reprimir) eso no alcanza para toda una vida. El burnout autista te alcanza en algún momento de tu vida, si la has vivido haciendo masking, y no perdona, créeme. No soy la única que lo dice, esta es una vivencia profusamente narrada por la comunidad autista adulta. Llega un momento en que ya no puedes hacer eso, y es probable que, si te conoces un poquito ya y además te aceptas medianamente, tampoco quieras.
Quiero aceptar que el colapso va a volver a ocurrir, quiero permitirme que esto sucede porque el mundo en que vivimos es como es y yo no voy a poder evitar siempre las situaciones detonantes. Y sin embargo, me niego a aceptar que esto se perciba como algo central y definitorio de mi persona. El problema es que, cuando es un contexto concreto (por sus muchas y variadas circunstancias) el que te hace colapsar una y otra vez, y no es un espacio que puedas evitar por los motivos que sean (trabajo, familia u otras situaciones complejas de evitar), las personas que lo componen acabarán pensando inevitablemente que tú eres así. Que el colapso es un rasgo que te define. Y esto no es cierto.
Puedes tratar de evitar los contextos que los detonan, pero no siempre lo vas a conseguir. Sí, los colapsos son, por lo general, evitables. Pero eso no significa que sean siempre posibles de evitar, porque por lo general hay muchas personas implicadas y no todo el mundo puede o quiere colaborar en ello.
Puedes tratar de explicar que tú no eres así, que en realidad eres una persona centrada aunque intensa, por lo general equilibrada y con ideas más o menos claras de tus necesidades, con mucho que dar… (por ejemplo), pero es difícil. Yo particularmente estoy intentando encajar que esto es así: o bien haces pedagogía, con el gigantesco desgaste que eso conlleva, o aceptas que no se te va a entender. Y vives con eso.
Esto es duro porque, al menos en mi caso, la necesidad de expresar es, por lo general, enorme, y eso hace que una caiga en una especie de cascarón de aislamiento invisible. También estoy en proceso de aceptar eso. Necesito expresar las cosas con demasiado detalle como para poder compartir todo lo que pienso y siento con todas las personas a las que quiero.
El resultado de todo esto suele ser una disociación bastante fuerte entre una misma y el mundo que te rodea: te acabas sintiendo a menudo alienada de tu entorno, como si los demás fueran figuritas de un decorado (sensación de irrealidad). Y, sin embargo, cuando conectas con alguien (o varios “alguien») y compartes tu mundo, o una parte simbólica importante de él, con ese/esos alguien, la sensación de existir y ser vista es profunda, armoniosa y tiene un gran valor. Es importante mantener las relaciones de tú a tú o en pequeños grupos cuando sea posible, diría yo. Yo, al menos, es la manera en la que puedo conectar de verdad con las personas y entender lo que sienten y piensan, y compartir quien yo soy.
Mi consejo sería este. Los contextos muchas veces son hostiles, pero no te aísles, no del todo. Sería algo así como conectar “de lado” con el entorno. Protegerse del todo, aislarse del todo, a la larga hace más daño. A mí, al menos, el conectar con la gente, con personas concretas, de la manera en que voy pudiendo, me calma mucho esa necesidad de ser parte de “algo”, de sentirme humana, querida y en el mundo. Hay personas autistas con necesidades sociales muy altas, yo soy una de ellas. Necesito y busco activamente mucho amor y comunicación, de maneras no siempre verbales ni directas y por desgracia a menudo insaciadas.
Busca maneras no verbales de conectar. Yo trabajo en la música, y el conectarme a través de ella a otros seres humanos es uno de loss bálsamos existenciales más potentes que yo he podido encontrar. Si escribes, júntate con alguien, aunque sea online. Trata de formar comunidad mediante tu interés.
Son solo ideas, quizá muy obvias, pero en mi experiencia muy eficaces.
Otro tema que siento que interfiere un poco (a veces bastante) en la comunicación e integración con otros es la intensidad de lo que una siente y piensa. Me doy cuenta de que quien lea esto puede pensar que soy una persona agotadora. 🙂 En realidad, creo que es simplemente una cuestión de intensidad. Si me comparo con “la mayoría” (la mayoría, ese inquietante concepto…) siento como si tuviera subido el “volumen” emocional, sensorial e incluso cognitivo, respecto a la necesidad de análisis de las cosas, y eso hace que a veces se malinterprete sobre todo la manera en que expreso mi amistad, mi amor, mi necesidad de afecto, como si estas necesidades fueran mayores que las del otro. Y probablemente no lo son, simplemente se expresan de un modo que el otro, ese otro, puede percibir como mayores que las suyas propias. Y sin embargo el afecto, tal como se produce, también puede irse cuando no es correspondido. Esa intensidad en realidad no garantiza nada por sí misma.
Cuando percibo que se da ese desajuste o esa incomprensión entre el otro y yo, me repliego, me vuelvo a aislar. Hasta que se me “baja” un poco y el otro me puede percibir neutral de nuevo.
En realidad, tampoco querría “bajarme ese volumen”. Hay muchas cosas en que me es muy útil y me hace disfrutar mucho, empezando por mi propia actividad artística, siguiendo por los disfrutes sensoriales que me reportan cosas tan básicas como pueden ser la cocina, las caricias o el sexo. Siento mucho y gozo mucho. Incluso en las relaciones, cuando no se solapan mis afectos por encima de los de los otros.
Supongo que me he ido del tema de los colapsos. Pero creo que la intensidad y la necesidad de expresión están íntimamente relacionadas con el tema del colapso y sus repercusiones, la frustración y necesidad de explicación posterior, etc.
Y para terminar, otro consejo. Yo, cuando tengo estos momentos o épocas difíciles, me obligo a trabajar todo lo que puedo en las cosas que suponen un motor vital para mí. En mi caso es la música, la escritura y el teatro, pero si a ti te apasiona(n) otra(s) cosa(s), genial, da igual lo que sea: céntrate en ellas todo lo que puedas. Da igual si son las maquetas, los cómics, la jardinería o construir muebles. Échale horas, todas las que puedas. Porque eso es lo que te va a ayudar verdaderamente a recordar quién eres y qué pintas en este extraño pero hermoso planeta.